Hago un paréntesis en la línea crítica que orienta mis entregas dominicales, para reflexionar un poco sobre una inquietud que me ha llegado esta semana desde varios frentes. No son pocas las personas con las que he hablado esta semana que están marcadas, diría que ya “a fuego”, con los signos de la desesperanza y del pesimismo. En casi todos los casos, y en esto incluyo a oficialistas y a opositores, la queja tiene que ver con la falta de liderazgo, con la ausencia de una línea clara y coherente de actuación que de alguna manera nos dé luces y oriente nuestros pasos en el futuro inmediato.
Del lado del oficialismo tuve la oportunidad de conversar con dos personas que no podían ocultar su desazón ante la debilidad de Maduro y sus erráticos pasos. “Al menos –me decía una de ellas- con Chávez el timón estaba seguro, uno sabía hacia dónde iban las cosas”.


