sábado, 1 de octubre de 2011

Pablo Pérez y el triste caso de la cajita feliz

Daniel Lara
Para nadie es un secreto que nosotros los adecos, no tenemos candidato residencial. No tenemos candidato, pero, a la vez, tenemos dos. O sea, tenemos, pero ellos no nos tienen a nosotros.

“De milagro, no comienzo este artículo llamándote compañero, estimado adeco oprimido y sojuzgado. Así tendré la conciencia. Así andará la hora.” José Ignacio Cabrujas, Mensaje al adeco oprimido. El Diario de Caracas, domingo 22 de marzo de 1992.

De milagro, no comienzo este artículo llamándote compañero, estimado adeco oprimido y sojuzgado. Así tendré la conciencia. Así andará la hora.” 

Hay que ser adeco para entender el dilema en el que uno se encuentra. Saber que Pablo Pérez es un adeco que no quiere serlo, mientras Ledezma quiere ser adeco pero los adecos no lo queremos demasiado. No es fácil.

Para nadie es un secreto que nosotros los adecos, no tenemos candidato presidencial. No tenemos candidato, pero, a la vez, tenemos dos. O sea, tenemos, pero ellos no nos tienen a nosotros.
Sí, es complicado. Pero así es.

Analizando los casos, uno podría pensar que lo más lógico es que los partidos “adecos” o los partidos hechos por antiguos adecos, depongan viejos resquemores y avancen a una candidatura adeca, que interprete el sentir no solo de AD sino de UNT y ABP.

Y dentro de esas cosas lógicas, habría que dejarse llevar por los pedidos de “caras nuevas”, “nuevos liderazgos”, “nuevas generaciones al poder”, pedidos de mucha repercusión en los medios y, de alguna manera, ideas que están en las mentes de muchos. Si esas son las consignas a seguir por los adecos, Ledezma no tendría cabida y Pablo sería el hombre.

“Pablo es el hombre” me dijo el compañero Irlando en Naiguatá. “Yo estoy con Pablo” me dijo un adeco que me conoce de alguna parte que no recuerdo, agarrándome desprevenido en medio de un concierto de Oscar D´León, hace unos días. “O es con Pablo o nos jodimos para siempre” me dijo apocalíptica la compañera Mirna en la misa del partido. “¿Qué esperamos compañero? ¿Cuándo le levantamos a Pablo la mano?” me inquirió, en tono de conminación, un compañero de Maturín. Y así nos va.

Así, casi convencidos, estábamos muchos sobre la idoneidad de Pablo. Y aquí, amigos míos, con el permiso de Miguel Velarde, editor de este portal que tiene a bien soportarme tantas barbaridades, me voy de confesión: Yo confieso que cuando me preguntan si AD apoyará a Pablo Pérez, no sé si llorar de rabia, de alegría, de tristeza o simplemente mudarme de planeta, entregarme al alcohol, ponerme a dieta o, en el peor pensamiento que he tenido en mi vida, meterme a magallanero y esperar tranquilo la muerte. Así estará mi alma, compañera Isabel Carmona.

Yo estaba casi convencido de que había que apoyar a Pablo a la brevedad. Si vale, lo confieso: yo me dije a mi mismo cuando Pablo decidió su candidatura que, viendo las cosas, yo votaría con las dos manos y de pie la aprobación del apoyo adeco al gobernador del Zulia, si me tocaba hacerlo.

Pero. Siempre hay un pero en la mente del adeco.

Pero apareció Ledezma presentando su candidatura el 06 de septiembre. Más que una candidatura, presentó un programa de gobierno, más allá de consignas, nos dijo: he aquí mi plan, esto es lo que quiero hacer. Y eso, concretamente, nadie lo había hecho. Además, se rodeó de adecos, habló como adeco y, lo más importante, le habló directamente al adeco: No me dejen solo. Hasta nos expropió la antorcha del partido, según él, porque tenía que iluminarle el camino del cambio a Venezuela. A la Venezuela libre y de todos los venezolanos que Gallegos, Betancourt y Andrés Eloy soñaron. ¡Imagínate esa vaina, Bernabé!

Entonces uno empezó a pensar. Ledezma jugó. ¿Y ahora? ¿Dónde está Pablo?

Salieron entonces los seguidores del Apóstol Pablo que anidan en AD a decirle a uno: quédate tranquilo que Pablo va a hablar en el aniversario. Viene Pablo. Pablo es de los nuestros. Pablo se fue del partido llorando. Ese es el adeco original. El nuestro. Olvídate. Tranquilo.

Y llegó la fiesta aniversario y, ahí, descubrí la verdad. Apoyar a Pablo no sería problema. El problema está en la Cajita Feliz de Pablo.

Cuando uno compra una cajita feliz, quiere comerse una hamburguesa y unas papitas. Pero no escoge el muñequito que viene adentro. De hecho, el muñequito podría no gustarte. En EEUU, para que tengas una idea de lo peligroso del muñequito, prohibieron ese regalito en la cajita feliz. Lo prohibieron porque era una oferta engañosa: porque a los niños les ofrecen un muñequito, que no pueden escoger, y de paso se lo dan a cambio de que se coma un infarto comprimido llamado hamburguesa y unas grasientas papitas fritas. ¿Y si no me gusta el muñequito? Te compras otra cajita feliz.

Pablo es la hamburguesa, su candidatura son las papitas. El muñequito puede ser Ricardito Sánchez de Ministro de la Juventud, Edison “El embuste que camina” Arciniega de Canciller, Stalin González como Ministro de Educación, Diego Sharifcker como Ministro para la Tolerancia y, quizás, Willian Ojeda como Ministro de la Sensatez o Arístides Hospedales como Ministro para el Resguardo de la Honestidad.

¿De dónde salieron estos pensamientos malsanos? Pues precisamente de la visita atropellada que Pablo Pérez nos hizo a los adecos el pasado 13 de septiembre, en nuestra fiesta del 70° aniversario. Uno esperaba que se portara a la altura que el momento merecía. Pero no. Se apareció con una patota de malvivientes, enajenados mentales forjados en las pandillas ucevistas que se mal entretienen en “tierra de nadie” después de las 6 de la tarde y cuya única misión en la vida es vivir del agavillamiento en cada campaña electoral estudiantil. Con un escándalo de tambores asalariados. Con 100 camionetas y 500 escoltas. Y con ese cúmulo de sujetos detestables que encabezaba el siempre presente y consecuente Ricardito Sánchez, el Pastor Heydra de los Nuevos Tiempos.

No fue una acción de hermandad. No fueron a felicitarnos: fueron a tomar por asalto el Pan, la Tierra y el Trabajo. A los gritos, atropellando a su paso, sin pedir permiso. Y como de atropellos se trataba, coronaron con una simbólica mentada de madre: interrumpieron el discurso de la presidenta del Partido, la honorable y respetada compañera Isabel Carmona, perseguida, presa y torturada por los esbirros del perezjimenismo. Si, estos crápulas se atrevieron a eso. A interrumpir el discurso de una mujer que parió en una cárcel a la que Pedro Estrada la confinó, sin juicio. Eso hicieron los “pitufos” de Pablo: le expropiaron el derecho a la palabra a Isabel Carmona, la mujer que inspiró el personaje “Estefanía”. La madre que cualquier adeco quisiera tener, fue mancillada impunemente. ¿Y Pablo? Sonriéndole a la cámara y secándose el sudor.

En pocas palabras: en la cajita feliz que nos trajo Pablo, en vez de salirnos “Pitufina” nos salió “Gargamel”. Y se reían, los pitufos. Con saña nos veían. Diciéndonos con la mirada: empiecen a teñir las franelas blancas de azul, a ver si les perdonamos la vida.

Y me decía la compañera Margarita, de la Parroquia El Recreo: “Pa´ esta vaina prefiero que siga Chávez, que por lo menos nos cae a patadas a todos por igual, compañero Lara”.

Que bochorno, Pablo. Qué horror, José Manuel. Qué escándalo, Gerardo. ¿A dónde fue a dormir la decencia, mi querida Liliana?

Y así se fueron. A los gritos. Burlándose del Ledezma que pidió reunificación adeca. Mofándose de la torta blanca y del mantel blanco y de los globos blancos.

Y mientras, aquí uno piensa en no pedir la cajita feliz para no encontrarse al muñequito impertinente. Mejor me como una arepa, que tradicionalmente es blanca, aunque se rellene con caraotas.

Y Pablo mal juntado. Y Ledezma con canas, que aunque sean blancas, canas son. Y Leopoldo inhabilitado. Y María Corina diciendo que Rómulo le dio el voto a la mujer y que la obra de Rómulo se corona eligiendo una mujer presidenta. Y Pérez Vivas y Oswaldo queriendo ser adecos, a ver si los ven. Y Capriles recorriendo el país, sonriendo.

Y se me acaba el whisky, y el pantalón está arrugado y la plancha está dañada. Y no tengo camisas azules. Y San Henry de los Ramos Blancos no escucha mis plegarias. Y se me acabó el espacio y no se me acaban las dudas. Cajita feliz o muerte. Válgame Dios.

FUENTE: analitica.com

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