Por Pbro. Javier Rodríguez Arjona
La experiencia nos va enseñando, que muchas cosas son relativas y que la pelota
es redonda.
Hace tiempo me comentaba un viejo amigo mío que en la adversidad era cuando se revelaba el verdadero temple del ser humano. Frase tan consoladora como cierta. Y más aún, totalmente necesaria cuando las cosas no salen como nos hubiera gustado.
El irónico título de estas líneas esta tomado de un lema heráldico, y no pretende ser un eslogan masoquista, sino mas bien recordarnos que, una vez producida la caída, hay que saber rebotar. El rebote depende del material del que este hecha la pelota, y de la superficie a donde haya ido a caer.
Intentando manejarnos a un nivel de conceptos, digamos que la pelota, en este caso, puede que sean nuestras expectativas de futuro. Y el suelo -al que ha ido a parar esa pelota- es nuestra actitud, con la que asumamos los acontecimientos.
La experiencia nos va enseñando, que muchas cosas son relativas y que la pelota es redonda. Mientras mantengamos nuestra Fe en Dios, las cosas siempre tendrán solución. Dios es el único absoluto. Y aquí es preciso que hablemos claro: la oración no es eficaz solo cuando las cosas salen tal cual las pedimos. De hecho muchas veces no es así. Dios sabe más, y la oración es eficaz cuando nos ayuda a vivir según los mandamientos de Dios, sosteniéndonos en el esfuerzo por realizarnos como personas. Sin que los acontecimientos –por mas adversos que puedan ser - quiebren nuestra conciencia del Amor que Dios nos tiene.
Si la actitud con que recibimos los golpes, tiene elasticidad y consistencia,seremos capaces de rebotar, como personas, y como pueblo. Hay de desechar lastimas y quejas, que no sirven para nada. La fortaleza, es la virtud que debe nutrir la esperanza. La malla no debe quebrarse, la actitud, la unidad debe mantenerse pues sigue siendo muy necesaria.
Mientras tanto: ¡Cuanto peor, mejor! ¡Que la adversidad sea alimento del buen ánimo! Como escribió San Juan Crisóstomo: “El alma generosa apoya sobre el dolor un nuevo impulso de energía”. Al mal tiempo buena cara. ¡Arriba los corazones!

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