Por LUIS UGALDE S.j.
Estamos llegando al final
de un sueño, una promesa y un fracaso y se agigantan las graves necesidades que
hace dos décadas dieron alas al líder que hoy llega a su ocaso. El líder único
tenía verbo, denuncia y promesa, pero carecía de equipo y de humildad y se
montó sobre tres errores graves: Refuerzo de la enfermedad de un país pobre que
se cree rico y por ello se resiste a hacer los cambios y sacrificios para salir
de la pobreza; el engaño de pensar que el verbo ilimitado en denuncias y
promesas suple la ineptitud gestora; y la ilusión de ocultar
esas carencias con una ideología “revolucionaria” acrítica, anticuada y vendida
como religión para lograr un paraíso de felicidad. Todo
ello bajo un voluntarismo militarista con obediencia cuartelaría y servilismo
clientelar.
Sería trágico que ahora cambiáramos una ilusión por otra, o que
parte de quienes se proponen liderar la próxima década pensara que con
liberarnos de Chávez y liberar el mercado todo está hecho. El mercado desatado
– sin un pacto social y sin un estado que lo oriente y regule con criterio
social- sería inútil para la mayoría y produciría negocio para unos y miseria
para otros, como vemos aun en los países más adelantados.
La alternativa democrática plantea un liderazgo colectivo con un
Presidente que lleve la batuta y miles de líderes competentes que interpreten
la partitura en diversas áreas de su competencia. En Venezuela se necesita
libertad creativa y de mercado para que la empresa privada brinde sus frutos.
Pero los empresarios y políticos, y con ellos la sociedad entera, irían al
fracaso si pensaran quedarse haciendo lo que hicieron. El mercado es un
instrumento, pero hacen falta políticas con objetivos precisos. Sus fallas
están a la vista en la crisis actual de USA y Europa que afecta a todos los
sectores de la vida de esos países. Ninguna ideología ultra liberal puede
ocultar esto y poco haremos sin una regeneración de los valores y de la
solidaridad.
Hay muchas cosas que hacer, pero ninguna más envolvente que la
superación de la pobreza apreciando a los pobres, no como un peso y un lastre,
sino como la actual pérdida principal de talento y de recursos no potenciados,
sin poder ser productivos para el propio pobre ni para el conjunto de la
sociedad. El régimen actual ha hablado mucho de los pobres y los ha puesto en
el centro del discurso político, pero al mismo tiempo los ha reducido a objeto
de limosna pública a cambio del servilismo político. Salir de la pobreza no es
hacer con la renta petrolera un bacheo superficial; se requiere una política de
inversión que los potencie para que surjan y se transformen en generadores de
riqueza para su familia y para el país.
La necesidad hace que la gente actúe buscando el propio interés.
La política consiste en crear un espacio público en el que se desarrolle el
arte de combinar intereses particulares con solidaridades y actitudes éticas,
instituciones, leyes y liderazgos en una plataforma pública, donde todos
contribuyan y se benefician.
La aceptación de la dictadura del estado petrolero sobre la
vida, la economía y la política lleva a esperar todo de las dádivas populistas
y no a democratizarlo convirtiéndolo en un bien público plural y transparente.
El cambio se da cuando el pobre (incluso muchas empresas actuales son pobres en
términos internacionales) mejora su capacidad de ser efectivamente productor y
de agregar valor (ético, político y económico) a la sociedad.
Tenemos delante una década que exige transformación productiva
con alianza entre trabajo, capital y gerencia; transformación del Estado y de
los gobiernos (nacionales, regionales y locales) que combatan la ineficacia,
corrupción y el clientelismo pasado y presente; transformen la convivencia
social, y de la participación política democrática surja
una ciudadanía responsable. El futuro
exitoso depende del nuevo liderazgo (liderazgos), comprometido con la necesidad
de transformar y socializar el poder entre 30 millones de venezolanos.
Gobierno capaz de convocar a los mejores y rodearse bien, desechar
simplificaciones ideologizantes (de derecha e izquierda) y trabajar conectado
con las necesidades de la gente para resolverlas en un esfuerzo conjunto y
sostenido, con sacrificios para no quedarnos en el desastre presente, ni volver
al pasado.
LUIS UGALDE S.j | @CodigoVenezuela
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