Y a aquí los humoristas estamos de más, nos
están dejando sin trabajo. Los conductores del país, ya han convertido a
Venezuela en una parodia. Es tan absurdo lo que ha sucedido esta semana, que no
hay manera de sacarle provecho humorístico. En Venezuela, increíblemente, el
humor se volvió crónica y la caricatura retrato. Sólo hay que contar lo que
sucedió: resulta que en unas elecciones en las que el gobierno no tiene ni arte
ni parte, llevadas adelante por un CNE que es de su propiedad además, donde
todos los precandidatos aceptaron los resultados, más incluso con entusiasmo
que con resignación, el gobierno (¡sí, el gobierno!) proclama fraude. Remataría
Oscar Yanes: “¡chúpate esa mandarina!”
No conforme con esto (¡hay más!), el Tribunal
Supremo, declaradamente sumiso a la autoridad del único líder, decide que hay
que preservar unos cuadernos donde están los nombres de los electores
opositores, en un país en el cual todo el que ha expresado su opinión contra
Esteban ha sido perseguido, sancionado, execrado, multado o botado. En un país
en el que, con la “Lista Tascón”, se arremetió en contra de miles de
ciudadanos. La MUD, como fue su compromiso y deber (¡para proteger a los
ciudadanos de la intimidación del gobierno!), ordenó la quema de los cuadernos
electorales y el que te conté dice, échale un camión de los de cargar hierro,
que eso es una actitud “fascista”. Aquí se dicen cosas así y la gente ni se
pone colorada, quizá eso explica el color del vestuario, para camuflar la
desfachatez.
La lectura que yo hago de lo sucedido, siguiendo el pensamiento de Zapata, es que, así como hay menos libertad de expresión entre los oficialistas, que en verdad pueden hablar menos que uno, también hay allí más miedo. Pero hay otra lectura: la amenaza. A uno le queda clarísimo desde el momento mismo en que el susodicho dijo “esto no es una amenaza”, que es como cuando alguien te dice “no te vayas a ofender”: de seguro viene insulto. La amenaza es la siguiente: si con estas elecciones que ni nos importan, donde ni siquiera está en juego el poder del líder, estamos dispuestos a llevarnos por delante (literalmente) a todo el que luche por sus derechos, imagínense lo que haríamos si el que te conté pierde.
Les digo algo y esto no es una amenaza: la sociedad venezolana, como lo demostró el domingo, no se deja amenazar. El miedo se esfuma, en la misma medida en que queda desnudo el poder, convertido ya en su propia caricatura. Mi ambia, asere, lo que sucedió esta semana es grande, porque se hizo demasiado evidente “que la guagua va en reversa”.
La lectura que yo hago de lo sucedido, siguiendo el pensamiento de Zapata, es que, así como hay menos libertad de expresión entre los oficialistas, que en verdad pueden hablar menos que uno, también hay allí más miedo. Pero hay otra lectura: la amenaza. A uno le queda clarísimo desde el momento mismo en que el susodicho dijo “esto no es una amenaza”, que es como cuando alguien te dice “no te vayas a ofender”: de seguro viene insulto. La amenaza es la siguiente: si con estas elecciones que ni nos importan, donde ni siquiera está en juego el poder del líder, estamos dispuestos a llevarnos por delante (literalmente) a todo el que luche por sus derechos, imagínense lo que haríamos si el que te conté pierde.
Les digo algo y esto no es una amenaza: la sociedad venezolana, como lo demostró el domingo, no se deja amenazar. El miedo se esfuma, en la misma medida en que queda desnudo el poder, convertido ya en su propia caricatura. Mi ambia, asere, lo que sucedió esta semana es grande, porque se hizo demasiado evidente “que la guagua va en reversa”.
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