Por Julio Portillo / Historiador / julioportillof@gmail.com
Domingo, 24 Febrero 2013 00:00
Cualquier preocupación emitida por Estados Unidos es calificada de ingerencia. El gobierno chavista los acusa de “grosera ingerencia”
El Gobierno no posee autoridad para acusar a ningún Estado de ingerencia. Las declaraciones de la Cancillería venezolana revelan el desconocimiento del ordenamiento jurídico internacional por parte de los funcionarios de ese ministerio, cuyos titulares, en los últimos años, no son hombres del oficio.
Un fantasma persigue a los gobiernos de izquierda latinoamericanos, desde la Santa Alianza y la doctrina de Monroe hasta nuestros días. Cualquier preocupación emitida por Estados Unidos es calificada de ingerencia.
El gobierno chavista los acusa de “grosera ingerencia”, al manifestar que, si Chávez no puede seguir gobernando por su enfermedad, se inicie entonces la transición.
Esa manifestación no tiene las condiciones necesarias para la ingerencia: un acto abusivo y una imposición voluntaria extraña. Tan condenable es la intervención norteamericana en Santo Domingo en 1965 como la invasión soviética a Checoslovaquia en 1968.
Las intervenciones se han ido sofisticando. De la armada a la humanitaria, mucha agua ha corrido debajo del puente. Y esa es una cara de la cuestión.
En la situación de Estado vasallo, de soberanía limitada e ideología indeseable y endeudamiento impuestos, que hieren los sentimientos nacionales, al entregar las decisiones venezolanas al régimen de los hermanos Castro, hay también intervención.
Las actuaciones descaradas de agentes diplomáticos chavistas a nombre de Venezuela han sido pecados mortales que, al no arrepentirse de ellos, los condenan. Desde la ingerencia en los asuntos de Honduras, pasando por las expresiones agresivas de Chávez contra jefes de Estado y de Gobierno, hasta el financiamiento de las últimas elecciones presidenciales argentinas, la ruptura en la sustitución del presidente Lugo de Paraguay y últimamente la intromisión en la justicia brasileña, el Gobierno nacional igualmente interviene.
Es una diplomacia inescrupulosa e ingerente.
El Gobierno venezolano debiera dotarse de una balanza para pesar las ingerencias que denuncia y las que hace. Se engaña y engaña al aparecer como virtuoso, porque, como dice Saavedra Fajardo, “ni gana con elegancia ni pierde con dignidad”.
Fuente: laverdad.com
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